Se plantea aquí un desajuste entre la evolución etimológica y geométrica del ajedrez que a buen seguro entra en el diálogo que establece la tesis de Eduardo Scala, la que intentamos exponer con cierto detalle en el prólogo a su último libro, La semilla de Sissa (Delirio, 2010), que presentamos el 23 de Abril pasado. En resumen, plantea esa tesis que el ajedrez es un juego mercurial, ya que se juega en el cuadrado mágico de Mercurio del 8x8, y no un juego marcial, ya que, de ser así, se jugaría en el Cuadrado Mágico de Marte, el de 5x5. Para E. Scala, quien comienza a desviar la esencia del juego hacia el lado marcial es Ruy López, con sus arteros consejos sobre cómo disponer las candelas en la partida. Luego, Marco Gerolamo Vida, en su poema del s. XVI, la Battaglia de' scacchi, ya anuncia en el título su concepción del juego para luego invocar a Marte como divinidad propia del tablero; tal desviación de esencia ofuscaría el significado simbólico mercurial del juego y su eco llegaría hasta nosotros: de ahí la insistencia en que el ajedrez refleja, principalmente, una batalla (para más detalles, léase la entrada La semilla de Scala)
Y hoy yo me encuentro lo siguiente, que aún no sé muy bien cómo acomodarlo aquí, pero que desde luego entra en diálogo o en relación con el tema: en el pasaje del padre Sarmiento que reproduzco a continuación, extracto del Catálogo de voces y frases de la lengua gallega, se dice que el sidrés o xidrés se juega sobre un tablero de 5x5. La parentela entre xidrés y xadrez, término gallego para ajedrez, es demasiado obvia. En un primer momento parece que etimología y geometría se han (con)fundido a raíz de la desviación de Ruy López y Marco Gerolamo Vida, dando lugar a un juego, el xidrés, emparentado etimológicamente con el xadrez, y geométricamente correspondiente a su esencia adulterada. Yo lo dejo ahí, de momento, a la espera de luminarias.
El xidrés o sidrés es un juego medio entre las damas en castellano y el ajedrez. El modo de jugarlo es éste: hácense en un tablero o en una piedra, cruzando cinco rayas, veinticinco cajoncitos o veinticinco números, en donde se cruzan las líneas. Un muchacho toma 12 piedrecitas y el otro 12 tejitas, para diferenciar. Cada uno coloca sus 12 de modo que las 10 ocupen los 10 nudos, y las dos restantes los dos nudos en la línea de en medio, y así sólo queda el nudo del medio sin pieza. Muévense las piezas atrás y adelante, pero siempre por líneas y nudos (no por espacios o cajones, como en las damas en Castilla ), lo demás se parece a las damas. La dáma es cuando una pieza se coloca en uno de los cuatro ángulos, y entonces se llama dama de canto. Véase a Hyde, De Ludis Orientalium, y allí la voz sidre, y cotéjese todo.
Padre Martín Sarmiento, Catálogo de voces y frases de la lengua gallega
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