Un biologismo que establece Fray Bartolomé de las Casas. De la morfología y dimensiones de los diferentes tipos de cabeza extrae una conclusión: aquellos que tienen la cabeza "de la hechura de una nao" son prudentes, próvidos, circunspectos y grandes jugadores de ajedrez. Esto en el período de excitación naval peninsular, cuando la nao se asocia a la salud económica del Imperio, redunda en el aura prestigiosa del ajedrez como práctica de excelencia. Pero además lo vincula al icono de la prosperidad, retomando, aunque sea con muy diferente sentido, el uso que se hacía de la estructura del tablero en las cuentas del Tesoro Inglés en tiempos de Chaucer. Las connotaciones comerciales del ajedrez se expresan aquí de una manera diferente e involuntaria. A ver si van saliendo cosillas similares más adelante; de momento, es éste otro pasaje que se suma a la historia diacrónica del juego en la vida cotidiana de las sociedades latinoamericanas: sus cambios, continuidades y discontinuidades. En este terreno avanza, desde Hamburgo, Bernd Schmelz, a quien desde aquí se le desea salud y perseverancia.
Dice Bartolomé en la Apologética Historia Sumaria:
la cabeza tuerta muestra imprudencia, e la cabeza grande con ancha frente grueso y torpe de ingenio significa. La cabeza que la primera parte della hacia la frente tiene honda y sumida es señal que aquella persona es amiga de darse a engaños y fácilmente mueve a ira. Los que la cabeza tienen derecha, de mediana grandeza y en el medio es llana tienen buenos sentidos y declaran gozar de la virtud de la magnanimidad y, por consiguiente, han de tener buen entendimiento. Los que la cabeza alcanzan luenga de la frente al colodrillo, de la manera de un martillo o, por mejor decir, de la hechura de una nao que tiene el principio angosto como la proa y la parte postrera hacia el colodrillo más capz o más gruesa como la popa, y cuanto más saliere afuera del pescuezo aquella parte, aquellos tales serán hombres muy prudentes, próvidos y circunspectos y de todas partes degatados y para las letras habilísimos; entre otras habilidades, si aprenden a jugar al ajedrez serán grandes jugadores dél. Y esta postrera figura de las cabezas luengas -como dejimos- es señal infalible, que ninguno se verá tener tal hechura de cabeza que no sea señalado en natural prudencia y sabiduría para mal o para bien, de lo cual tengo antigua y muy mirada y considerada experiencia.
2 comentarios:
Pues los tableros y el mar
sí saben de democracia.
Y es que una buena cabeza
es siempre una gran defensa
para evitar la desgracia,
siempre que no lluevan bombas
o estrategia sin igual.
Esta coplilla, Dimitri,
me está quedando fatal.
La mudanza espera el sabio
que pocas veces verás
gran bien sin ageno agravio;
cuando un reino se arruina
otro a las nubes confina
y hasta el sol llegar intenta
porque un estado la fe aumenta
con lo que el otro declina.
Así pasa en tu coplilla
esta mañana de sueño
que no puedo más que copiando
responder cumplidamente.
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