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17 de junio de 2012

Estratografía


     Hace una semana, en la Hispanic Society de Nueva York, me encontré con un ejemplar de 1827 de la traducción al castellano de la segunda edición francesa de un empeño que constituye la prehistoria del Kriegspiel de Debord. Ese empeño comenzó a mediados del siglo XVII en Alemania y se proponía, nada menos, que “mejorar” el ajedrez. El Konigspiel, inventado por Weikhmann, pretendía ser un “compendio de los principios militares y políticos más útiles”. Su proyecto pretendía acercar el ajedrez a la guerra por medio de modificaciones en el tablero y las piezas. En 1770, Hoechensberger publicó el Juego de guerra o mejoramiento del ajedrez,  con cañones y mayor número de escaques. En 1780, Helwig creó un modelo más desarrollado de Konigspiel que contaba con más de 1600 escaques y 200 piezas que representaban diferentes unidades militares. Para entonces, el Koenigspiel, literalmente juego de reyes, era ya Kriegspiel, juego de guerra. En 1793, Giacometti recogió esta tradición y publicó L´arte della guerra. En 1801, descontento con su versión anterior, mejoró el libro que había publicado ocho años antes. Para Giacometti, el ajedrez todavía no se parecía lo suficiente a la guerra como para constituir una herramienta de aprendizaje de tácticas político-militares, entre otras cosas porque el jaque mate daba la victoria a uno de los bandos, mientras que en la guerra de finales del XVIII no bastaba con acorralar al rey: era necesario derrotar a la tropa.

    El libro en cuestión que estuve ojeando allí es la traducción del alemán al francés y de éste al castellano del libro de Helwig, el que más escaques, 1666, y más piezas, 200, tiene. La traducción fue realizada “por el autor del juego de ortográfico de la palabra de la lengua castellana”. Su título: Juego de estratografía o ajedrez militar. Afortunadamente, tengo un ejemplar a mano en Philadelphia, en la Library Company, la que fue la primera Library of Congress, fundada, naturalmente, por Benjamin Franklin. Parece que además hay otro ejemplar en Barcelona (no puedo acordarme ahora en qué biblioteca). El caso es que se trata de una tradición, la del Konigspiel que deviene Kriegspiel, que me interesa mucho. No tengo tiempo ahora, pero a finales de año intentaré preparar una edición del libro (esto puede ser una llamada a los editores y a los amigos de los editores. Dato: no se ha hecho edición alguna aún). Me gustaría trazar los empeños intelectuales de la Europa Moderna por darse una educación político-militar a través de lo lúdico y ver por qué caminos esos textos se conectan con el magnífico Debord y su magnífico juego para luchar contra los opresores de la sociedad espectacular. Entiendo que el juego de Debord es el punto último, por el momento, de ese camino. En espera de días más ociosos, transcribo aquí la descripción y las reglas del juego, y a continuación dejo el enlace al vídeo del juego de Debord. 

Dos, cuatro o seis jugadores[1] pueden en este juego a su antojo y voluntad, mudar el frente de los cuerpos del ejército que mandan.  Cada General[2] tiene sus almacenes, sus arsenales o parques, sus edecanes o segundos: cada clase de arma tiene su maniobra y su alcance. Los dragones sirven a caballo o a pie, todo cuerpo se recluta o se quinta. Se construyen o arruinan los retrincheramientos. Cañones, morteros u obuses, bombas, artillería volante, baterías separadas o reunidas se pueden establecer, girar, hacer callar, tomar de viva fuerza, clavar y destruir. La facultad de echar, retirar y destruir los pontones y los puentes; la de pegar fuego y apagar un incendio; de sorprender y tomar los depósitos y los víveres; de proteger o de interceptar los convoyes; de talar y cortar la parte de bosques que convenga; de intentar empresas; de sostener y de impedir el paso de los puentes o de romperlos: todo realiza en el juego las operaciones de una marcha, de una escaramuza; acciones de puesto o de batalla, de prudentes retiradas, de un bloqueo o de un sitio; de una o de muchas campañas sobre un Tablero Topo-gráfico. Este Tablero representa variedad de campos o terrenos con edificios, arroyos, barrancadas, montañas, desfiladeros, pantanos, ríos, bosques y, finalmente, todos los aspectos que puede ofrecer un país, mediante la colocación de cubos iluminados con diversidad de colores.




 
The Game of War (FULL) from ClassWargames on Vimeo.



[1] Se juega también contra dos y tres en la porción de tablero que pertenece a cada uno, contra el que tiene a su frente.
[2] El cargo de Generales en Jefe y de División lo ejercen los jugadores; pues hasta que las Juntas Militares para conferenciar y resolver los planes de campaña se hacen: demostrando sobre el Tablero los simulacros de la táctica moderna sin que le falte circunstancia. 

28 de mayo de 2010

El ajedrez de Debord

« … et c’est peut-être la seule de mes œuvres, je le crains, à laquelle on osera reconnaître quelque valeur»

Guy Debord, a propósito del Kriegspiel


Uno de los ejemplares de la primera edición limitada de Kriegspiel

Alice Becker-Ho y Guy Debord jugando (1977)






Algunos puntos controvertidos de la transición al mundo digital del “jeu de la guerre” de Debord son los siguientes:

1.- Como su viuda, Alice-Becker Ho, denuncia implícitamente en su demanda jurídica a Alexander Galloway para que no vincule su software a la creación de Debord, divorciar el juego de las interacciones de la experiencia humana genuina, ubicar el juego en un sistema de intercambios de códigos digitales que representan, pero no son, esas interacciones, es, efectivamente, la esencia del espectáculo, un síntoma de falsa conciencia.

2.- Por otro lado, es irónico que esto le suceda a la creación del gran personaje que está detrás de la acuñación y la teorización del concepto de détournement, que alguna vez se definió como la reutilización de elementos artísticos preexistentes en un nuevo contexto. Debord mismo dijo una vez que el plagio era necesario; que el progreso implica el plagio. ¿Por qué, entonces, un trabajo del hombre clave en la forja teórica del détournement no puede ser “detournado”?

3.- Se trata, parece, de una obra de nostalgia. En efecto, la manera de jugar se corresponde más con el tipo de guerra que le tocó vivir a Clausewitz que con la experiencia revolucionaria de Debord. El hecho de que un jugador pierda cuando se corta la línea de suministro es un síntoma de nostalgia decimonónica. La guerra de guerrilas, el poder del individuo aislado para infectar y afectar –mediante un virus, por ejemplo- la labor de una institución, simplemente no se refleja.

4.- No deja de ser irónico también que la deriva y el detournément, los dos conceptos claves que nombran las actitudes correctas para combatir –y, en último término, destruir- el espectáculo, han sido hoy plenamente asumidas por éste: la primera, en la hipertextualidad cibernética, que constituye mundo mediante un sistema rizomático, en gran medida arbitrario; la segunda, que ya hasta cansa: en efecto, el fotomontaje omnipresente y Youtube nos han vuelto insensibles a esta técnica del espectáculo que consiste en descontextualizar un elemento. 

 A pesar de todo, tal vez Debord algo se olía de estas derivas cuando admitió que la guerra que se refleja en su juego no representaba la guerra moderna remodernizada por la tecnología; aun así, «con algunas reservas, el juego refleja casi todos los factores presentes en una guerra real». Se buscan jugadores.