Hace una semana, en la Hispanic
Society de Nueva York, me encontré con un ejemplar de 1827 de la traducción
al castellano de la segunda edición francesa de un empeño que constituye la
prehistoria del Kriegspiel de Debord. Ese empeño comenzó a mediados del siglo XVII en Alemania y se
proponía, nada menos, que “mejorar” el ajedrez. El Konigspiel, inventado por Weikhmann, pretendía ser un “compendio de
los principios militares y políticos más útiles”. Su proyecto pretendía acercar
el ajedrez a la guerra por medio de modificaciones en el tablero y las piezas.
En 1770, Hoechensberger publicó el Juego
de guerra o mejoramiento del ajedrez, con cañones y mayor número de escaques. En
1780, Helwig creó un modelo más desarrollado de Konigspiel que contaba con más de 1600 escaques y 200 piezas que
representaban diferentes unidades militares. Para entonces, el Koenigspiel, literalmente juego de
reyes, era ya Kriegspiel, juego de
guerra. En 1793, Giacometti recogió esta tradición y publicó L´arte della guerra. En 1801,
descontento con su versión anterior, mejoró el libro que había publicado ocho
años antes. Para Giacometti, el ajedrez todavía no se parecía lo suficiente a
la guerra como para constituir una herramienta de aprendizaje de tácticas
político-militares, entre otras cosas porque el jaque mate daba la victoria a
uno de los bandos, mientras que en la guerra de finales del XVIII no bastaba
con acorralar al rey: era necesario derrotar a la tropa.
El libro en cuestión que estuve ojeando allí es la traducción
del alemán al francés y de éste al castellano del libro de Helwig, el que más
escaques, 1666, y más piezas, 200, tiene. La traducción fue realizada “por el
autor del juego de ortográfico de la palabra de la lengua castellana”. Su título:
Juego de estratografía o ajedrez militar.
Afortunadamente, tengo un ejemplar a mano en Philadelphia, en la Library
Company, la que fue la primera Library of Congress, fundada, naturalmente,
por Benjamin Franklin. Parece que además hay otro ejemplar en Barcelona (no
puedo acordarme ahora en qué biblioteca). El caso es que se trata de una
tradición, la del Konigspiel que
deviene Kriegspiel, que me
interesa mucho. No tengo tiempo ahora, pero a finales de año intentaré preparar
una edición del libro (esto puede ser una llamada a los editores y a los
amigos de los editores. Dato: no se ha
hecho edición alguna aún). Me gustaría trazar los empeños intelectuales de la
Europa Moderna por darse una educación político-militar a través de lo lúdico y ver por qué caminos esos textos se conectan con el magnífico Debord y su magnífico juego para luchar contra los opresores de la sociedad espectacular. Entiendo que el juego de Debord es el punto último, por el momento, de ese camino. En espera de días más ociosos, transcribo aquí la descripción y las reglas del juego, y a
continuación dejo el enlace al vídeo del juego de Debord.
Dos, cuatro o seis jugadores[1] pueden en este juego a su antojo y voluntad, mudar el frente de los cuerpos del ejército que mandan. Cada General[2] tiene sus almacenes, sus arsenales o parques, sus edecanes o segundos: cada clase de arma tiene su maniobra y su alcance. Los dragones sirven a caballo o a pie, todo cuerpo se recluta o se quinta. Se construyen o arruinan los retrincheramientos. Cañones, morteros u obuses, bombas, artillería volante, baterías separadas o reunidas se pueden establecer, girar, hacer callar, tomar de viva fuerza, clavar y destruir. La facultad de echar, retirar y destruir los pontones y los puentes; la de pegar fuego y apagar un incendio; de sorprender y tomar los depósitos y los víveres; de proteger o de interceptar los convoyes; de talar y cortar la parte de bosques que convenga; de intentar empresas; de sostener y de impedir el paso de los puentes o de romperlos: todo realiza en el juego las operaciones de una marcha, de una escaramuza; acciones de puesto o de batalla, de prudentes retiradas, de un bloqueo o de un sitio; de una o de muchas campañas sobre un Tablero Topo-gráfico. Este Tablero representa variedad de campos o terrenos con edificios, arroyos, barrancadas, montañas, desfiladeros, pantanos, ríos, bosques y, finalmente, todos los aspectos que puede ofrecer un país, mediante la colocación de cubos iluminados con diversidad de colores.
[1] Se juega también contra dos y tres en la porción
de tablero que pertenece a cada uno, contra el que tiene a su frente.
[2] El cargo de Generales en Jefe y de División lo
ejercen los jugadores; pues hasta que las Juntas Militares para conferenciar y
resolver los planes de campaña se hacen: demostrando sobre el Tablero los
simulacros de la táctica moderna sin que le falte circunstancia.
2 comentarios:
Extraordinario e interesante artículo!
Por favor avísame cuando publiques el libro (Imprescindible. Debes hacerlo!) Ánimo y enhorabuena por adelantado.
Gracias Pau. Intentaré hacerlo esta primavera aunque no sé qué editorial hispana estaría interesada en publicarlo. Aquí acaba de salir un estudio de Jon Peterson, Playing at the World, que habla de esta tradición para explicar la historia de Avalon Hill y Dragons and Dungeons. Por cierto, me encanta tu blog.
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