30 de abril de 2010
No hay guerra
28 de abril de 2010
Pobre cartero español
En este momento de gran burocratización del ajedrez, los jugadores eran considerados la punta del iceberg de un sistema trabado. Intocables figuras para las que un nutrido grupo de hombres trabajaban con un esmero comparable al que se aplicaba en el desarrollo de tecnología aeroespacial. Representaban el cuerpo de una nación, que se alegraba y padecía con ellos y/o por ellos. Eran constructores de reputación. De otro modo, biografiar a un adolescente que ni era noble, ni hijo de viejos falangistas, ni tenía sangre real, no se explica.
Profundamente hispánica la actitud de España con Arturito: glorifica al mejor talento de la nación pero no le presta ayuda financiera alguna; lo envía sólo con su madre, cual Quijote con complejo edípico, a enfrentarse a los grandes monstruos –intelectuales y burocráticos- del momento; cuando está machacado –intelectual y físicamente- deja de aparecer en el NO-DO y se le deja languidecer sin ningún tipo de ayuda.
21 de abril de 2010
La semilla de Scala
El próximo viernes, día 23, se celebra en Madrid la Noche de los Libros. Tal vez no es lo mejor -ni para autores ni para lectores- acumular una infinidad de eventos en un sólo día teniendo en cuenta que los humanos no somos ubicuos ni podemos ser ubicuos. No obstante, ese día, sumándonos a la ingente programación, estaremos Eduardo Scala y un servidor en la Librería Arrebato (c/ La Palma, 21, metro Tribunal), a las 20. 45, presentando la reedición de La Semilla de Sissa (Delirio, 2010) y celebrando una ceremonia escaquística en la que se comulgará con semillas del Ganges para recordar la leyenda del brahmán que da título a la obra. Para esta entrada del blog, he decidido que lo mejor es ofrecer un extracto del prólogo que he titulado El AjedreZ, terra violata; sobre el poeta en sí habría mucho que decir en muy poco espacio (para su obra visual-verbal Felipe Muriel, Hermetismo y Visualidad, Visor, 2004; para su obra ajedrecistíca, además del libro que presentamos se editará en breve El juZgador de ajedrez); sobre la Semilla, para aquellos que no la conozcan y esta reedición suponga un descubrimiento, hay que decir que la Editorial Delirio ha puesto un empeño enorme en mantenerse fiel a las exigencias formales y numerológicas tan caras al autor. Os esperamos.
Eduardo Scala recitando una apertura española, postrado sobre un ajedrez, bajo sus Columnas de Tiempo
16 de abril de 2010
Un preámbulo propiciatorio
Mullocks, casa de subastas, hace pública hoy una imagen en la que aparecen un joven Adolf Hitler de 20 años y un más experimentado Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, de 39, enfrentándose sobre el tablero. Supuestamente, el grabado habría sido realizado por la profesora de dibujo del propio Hitler. Está fechado en 1909, en Viena, y -atención- se dice que está firmado tanto por la autora como por ambos personajes. A mí me suena a montaje demasiado obvio. Aún así, alguien va a pagar unos 60.000 euros por él. Lo que es bastante raro porque, de no haber fake de por medio, debería tener un valor -creo- bastante superior. Veremos en qué termina esta historia.
Hitler y Lenin jugando al ajedrez en Viena, 1909
Lo cierto es que la imagen suscita varias preguntas: ¿Sobre qué conversaban? ¿Cuántas partidas habrán jugado juntos? ¿Les importaba más ganar o no perder? ¿Quién tenía el estilo más agresivo? ¿Serían buenos amigos? Nunca antes, creo, la simbólica del ajedrez primera, la que ve en las piezas hombres de carne y hueso, tuvo tanto poder propiciatorio.
Además, ahora que sabemos que Lenin vivía a pocos pasos del cabaré Voltaire -donde actuaba con frecuencia- y que era muy amigo de Tzara (en efecto, se ha hipotetizado que uno escribiese las obras del otro y que entre ellos hubiese más que amistad: Dominique Noguez, Lenine Dada, Península, 2009), ¿es descabellado suponer que Hitler se sintiese atraído por el movimiento en el que participaba tan activamente su compañero de tablero y que, en un giro radical, se opusiese a él más tarde? En realidad, sería algo muy propio de los Bildungsroman que tanto le gustaban. En el deseo de construirse una biografía siguiendo los patrones de la mejor tradición alemana es díficil negar que un giro así encaja a la perfección. Habría que analizar detenidamente la actitud contradictoria que tenía Hitler frente al arte, porque mientras por un lado creía que al artista no se le podía juzgar políticamente ya que su profesión lo incapacitaba para el pensamiento político, por otro escribía en Mein Kampf:
"Hace sesenta años hubiera sido inconcebible un descalabro político de la magnitud actual, no menos inconcebible hubiera sido el derrumbamiento cultural que empezó a revelarse a partir de 1900 en concepciones futuristas y cubistas. Sesenta años atrás hubiese resultado sencillamente imposible una exposición de las llamadas “expresiones Dadaístas” y sus organizadores hubieran ido a parar a una casa de orates, en tanto que hoy, llegan incluso a presidir instituciones artísticas. Anomalías semejantes llegaron a observarse en Alemania casi en todos los dominios del arte y de la cultura. Daba la triste medida de nuestra decadencia interna el hecho de que no era posible permitir que la juventud visitase la mayoría de estos pseudo centros artísticos, lo cual quedaba publica y descaradamente establecido al utilizarse la conocida placa de prevención: “entrada prohibida para menores”. Considérese que se tienen que observar medidas de precaución precisamente en aquellos lugares que debían estar destinados sobre todo a la ilustración y educación de la juventud y no a la diversión de círculos viejos y pervertidos. ¿Qué hubiera exclamado Schiller ante tal estado de cosas y con que indignación hubiese Goethe vuelto las espaldas?"
Además, él mismo está en Viena en 1909, cuando se juega esta partida, viviendo de lo que su genio creativo produce. Su relación con el arte es, pues, muy problemática. Habrá que esperar a que algún crítico psicoanalista decida investigar los pasajes en los que Hitler habla sobre creación artística y Dadá para ver si en ellos detecta algún indicio de que se hubiese sentido atraído por esta corriente. De ser así su mandato y sus acciones habría que narrarlos desde otra óptica. Un relato que tal vez podría iniciarse repondiendo a la pregunta de si es posible que la frustracción artística del dictador lo empujase a emprender la obra total.
Aún hay más: si alguna vez estuvo Adolf interesado en dadá y se aproximó a él no sería extraño que hubiese actuado en alguno de los cafés del grupo. O que participase, siquiera como satélite, de cuerpo presente o ausente (mediante cartas en las que le cuentan lo que se habló, quienes estaban, lo que pasaba, etc...) en sus reuniones. Novelistas, ponéos a trabajar. ¡Víctor Balcells Matas, mañana a primera hora quiero un relato sobre la mesa de mi despacho!
Atención a Hitler que juega -claro- con arias, (¿habrá dirigido las negras alguna vez?) y que ya tiene el rey acorralado. Los rusos atacan. Los soviéticos.