Mullocks, casa de subastas, hace pública hoy una imagen en la que aparecen un joven Adolf Hitler de 20 años y un más experimentado Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, de 39, enfrentándose sobre el tablero. Supuestamente, el grabado habría sido realizado por la profesora de dibujo del propio Hitler. Está fechado en 1909, en Viena, y -atención- se dice que está firmado tanto por la autora como por ambos personajes. A mí me suena a montaje demasiado obvio. Aún así, alguien va a pagar unos 60.000 euros por él. Lo que es bastante raro porque, de no haber fake de por medio, debería tener un valor -creo- bastante superior. Veremos en qué termina esta historia.
Hitler y Lenin jugando al ajedrez en Viena, 1909
Lo cierto es que la imagen suscita varias preguntas: ¿Sobre qué conversaban? ¿Cuántas partidas habrán jugado juntos? ¿Les importaba más ganar o no perder? ¿Quién tenía el estilo más agresivo? ¿Serían buenos amigos? Nunca antes, creo, la simbólica del ajedrez primera, la que ve en las piezas hombres de carne y hueso, tuvo tanto poder propiciatorio.
Además, ahora que sabemos que Lenin vivía a pocos pasos del cabaré Voltaire -donde actuaba con frecuencia- y que era muy amigo de Tzara (en efecto, se ha hipotetizado que uno escribiese las obras del otro y que entre ellos hubiese más que amistad: Dominique Noguez, Lenine Dada, Península, 2009), ¿es descabellado suponer que Hitler se sintiese atraído por el movimiento en el que participaba tan activamente su compañero de tablero y que, en un giro radical, se opusiese a él más tarde? En realidad, sería algo muy propio de los Bildungsroman que tanto le gustaban. En el deseo de construirse una biografía siguiendo los patrones de la mejor tradición alemana es díficil negar que un giro así encaja a la perfección. Habría que analizar detenidamente la actitud contradictoria que tenía Hitler frente al arte, porque mientras por un lado creía que al artista no se le podía juzgar políticamente ya que su profesión lo incapacitaba para el pensamiento político, por otro escribía en Mein Kampf:
"Hace sesenta años hubiera sido inconcebible un descalabro político de la magnitud actual, no menos inconcebible hubiera sido el derrumbamiento cultural que empezó a revelarse a partir de 1900 en concepciones futuristas y cubistas. Sesenta años atrás hubiese resultado sencillamente imposible una exposición de las llamadas “expresiones Dadaístas” y sus organizadores hubieran ido a parar a una casa de orates, en tanto que hoy, llegan incluso a presidir instituciones artísticas. Anomalías semejantes llegaron a observarse en Alemania casi en todos los dominios del arte y de la cultura. Daba la triste medida de nuestra decadencia interna el hecho de que no era posible permitir que la juventud visitase la mayoría de estos pseudo centros artísticos, lo cual quedaba publica y descaradamente establecido al utilizarse la conocida placa de prevención: “entrada prohibida para menores”. Considérese que se tienen que observar medidas de precaución precisamente en aquellos lugares que debían estar destinados sobre todo a la ilustración y educación de la juventud y no a la diversión de círculos viejos y pervertidos. ¿Qué hubiera exclamado Schiller ante tal estado de cosas y con que indignación hubiese Goethe vuelto las espaldas?"
Además, él mismo está en Viena en 1909, cuando se juega esta partida, viviendo de lo que su genio creativo produce. Su relación con el arte es, pues, muy problemática. Habrá que esperar a que algún crítico psicoanalista decida investigar los pasajes en los que Hitler habla sobre creación artística y Dadá para ver si en ellos detecta algún indicio de que se hubiese sentido atraído por esta corriente. De ser así su mandato y sus acciones habría que narrarlos desde otra óptica. Un relato que tal vez podría iniciarse repondiendo a la pregunta de si es posible que la frustracción artística del dictador lo empujase a emprender la obra total.
Aún hay más: si alguna vez estuvo Adolf interesado en dadá y se aproximó a él no sería extraño que hubiese actuado en alguno de los cafés del grupo. O que participase, siquiera como satélite, de cuerpo presente o ausente (mediante cartas en las que le cuentan lo que se habló, quienes estaban, lo que pasaba, etc...) en sus reuniones. Novelistas, ponéos a trabajar. ¡Víctor Balcells Matas, mañana a primera hora quiero un relato sobre la mesa de mi despacho!
Atención a Hitler que juega -claro- con arias, (¿habrá dirigido las negras alguna vez?) y que ya tiene el rey acorralado. Los rusos atacan. Los soviéticos.
8 comentarios:
Efectivamente la II Guerra Mundial fue una performance dadaísta, en realidad, Churchill y Goebbels acostumbraban a vestirse de mujer y bailar "María la portuguesa" juntos, mientras Tzara se tiraba pedos sobre un cajón flamenco donde alguien alguna vez improvisó un tablero de ajedrez.
Sí, esa parece ser la idea. Que sea parodiable le concede verosimilitud, cierto. Pero es un poco alocado.
Juan, tienes un gran blog. Un saludo desde Phily.
Antonio
Buenas Antonio! Pronto nos veremos parece. Qué contento estoy de ir para ahí. Hablamos por mail.
Anónimo, a ver. No contestaré enfurecido porque he aprendido del amigo Víctor Ballcels, intrerpelado en la entrada, que no es elegante. Diré solo que he descubierto hace poco mi ascendencia judía y no me sientan bien comentarios frivolizando la II Guerra Mundial. No se insinúa nada de lo que dices: se dice sólo que tal vez Hitler se sintió atraído por el movimiento al principio y luego borró todo eso. Si lees el libro de Dominique verás que también Lenin quiso borrar sus actuaciones en el Voltaire de la memoria colectiva. Y que una orden férrea de Tzara era mantener en secreto preciasmente esas intervenciones. Los dadaístas, como los surrelaistas o el mov. fluxus, funcionaban como una sociedad más parecida a una dictadura que a cualquier cosa asambleista, libre, democrática o como quieras llamarle. Algo parecido a cómo le gustaba mandar a Hitler. Aunque yo no defiendo nada, sólo interpelo a los novelistas para que se pongan a trabajar.
Dicho esto, no te hagas visible. AL contrario que otros bloggeros que quieren saber quienes son los que se ríen de ellos, a mí me encanta no saberlo y que continúen haciéndolo. Cuanto más mejor. Please.
Es por eso que te mando besos chupaos.
Joder Juan, yo me pondría contento por los desacuerdos. Eso le da vida la blog. Anima a que te discutan sin ironía. Y ya que no quieres, pues no firmo.
Escribe pronto.
Antonio
(perdón por firmar)
¡Pero, cómo? ¿Acaso no eran los de la Sturmabteilung los que bajaban por las Ramblas vestidos de lagarteranas en junio del 34? Que no entere Vila-Matas o escribirá otra novela: Primavera para Hitler, la saga.
jajajajajajjajaja
Ésa es buena, hay que reconocerlo.
Antonio de nuevo (y ya me salgo, que me estás consumiendo la mañana)
Juan, me acabo de agregar este blog a los favoritos, esto es la hostia.
Un abrazo
Genial meu! Házte seguidor, publicítalo, difúndelo: tengo la vanidad a flor de piel y estoy en pleno proceso de fomentar su crecimiento.
Anónimo, no, no lo eran. Lo cierto es que es díficil pasar por alto las interferencias que se produjeron entre la Dadaismo y el nazismo. Precisamente en el seector que más tocaba de cerca a hitler, la pintura, se puede pensar en el extraño Julius Evola, activo en Italia como pintor dadaísta mientras Hitler pintaba sus paisajes. Una brutal coincidencia de opuestos está ahí presente en las raíces de la cultura nazi.
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