29 de junio de 2010

Mojiganga del juego de ajedrez



  

  Una de las piezas de la Parte Primera de los Donayres de Tersícore (Madrid, 1663) es la mojiganga del Juego de Ajedrez. No se conocen manuscritos de ella, aunque la Biblioteca Nacional guarda 5 ejemplares del impreso. Si bien escribió dos comedias, su autor, Vicente Suárez de Deza, fue un ingenio de la corte de Felipe IV especializado en piezas cortas. De hecho, mandará imprimir la mojiganga del Juego del ajedrez con otros bailes y entremeses de su invención.

    La pieza se desarrolla como una discusión entre dos damas, que entran en escena declarandóse inmersas en la búsqueda de un baile "para palacio". La primera de ellas, Inventiva, busca un baile que no transgreda las barreras de lo cortesano; la segunda, Embeleço, busca uno que no sea irrespetuoso. Ambas conocen pues sus inclinaciones y saben en qué errores podrían incurrir si  no proceden discreta y prudentemente. De ahí que se alegren cuando se encuentran en mitad de la escena, pues, en efecto, se ha efectuado una unión entre "la maña con el ingenio". Continúan juntas la búsqueda del baile y rechazan una serie de posibilidades carentes de atractivo hasta que un ciego aparece vendiendo el baile del Juego del Ajedrez. Hállanlo apto para su representación en la corte, amén de nuevo. Así, van desfilando las diferentes piezas del juego graciosamente, en algarabía típica de la mojiganga. Finalmente irrumpe el Jaque, representado como contrapeso valentón a la jovialidad de las piezas, que, a pesar de su condición y ventaja (en seguida ha acorralado la dama rival), termina otorgando tablas.

     Encontramos algunas cosas interesantes en la pieza. A buen seguro muchas se nos escapan, pero como no nos vamos a alargar las dejamos ya apuntadas: en primer lugar, la personificación del público como peones mientras en escena se suceden las personificaciones de todas las demás piezas. Por ahí se podría estudiar un poco el por qué de esa elección; en segundo, la mención de su objetivo -celebrar el primer cumpleaños de Carlos II- gracias a la cual podemos datarla (1622). Esto nos da indicios que señalaremos más abajo; y, en tercero, los signos de agotamiento temático del género, señalados en la cita que reportamos a continuación:

Inventiva. Yo hiciera un baile de flores
que no fuera malo, puesto
que es el asunto a un jazmín.

Embeleço. Bailes pienso que se han hecho
ya de flores, y no es cosa
que tenga nada de nuevo

I. Pues di tú

E. Yo hiciera un baile
de gitanas, advirtiendo
que nos vendría nacido
por ser tan de nacimiento

I. Ya la Gitanada es juro
que no tiene cabimento
y asi de esdrujulos yo
antes le hiciera, poniendo
para que haga novedad
cónejo, en vez de conejo,
gáçapo, en vez de gaçapo,
y...

E. También aquesto es viejo,
y no tiene novedad.


   Debemos entender el término juro de "ya la gitanada es juro/ que no tiene cabimento" en el sentido que le da el Diccionario de Autoridades, como "derecho de posesión a perpetuidad". El autor está aquí ironizando la práctica habitual de representar bailes de gitanas, algo que, parece, ya empezaba a cansar. Además, los bailes de flores y los de esdrújulos, practicados anteriormente por Suárez de Deza, tampoco cumplen las expectativas de las damas. Como no lo hacen, sigue la pieza, los de amor, los de yerbas, los de ensaladas... y todos los que proponen excusas susceptibles de legitimar en escena la mezcla de elementos heterogéneos que hayan sido ya explotados. No obstante, cuando se agotan las posibilidades, el ajedrez se presenta como un tema cortés, respetuoso, adecuado a la edad infantil del príncipe Carlos -y por ende a su educación- y, sobre todo, innovador. Así lo dice el ciego:

Ciego. El baile del Ajedrez
que agora ha salido nuevo
lleven curiosos

   Un último apunte: viene a interrumpir el baile de todas las piezas la irrupción del Jaque, que, al contrario que los demás personajes, se muestra rudo, soez y valentón. Su objetivo es la dama, pero ésta no quiere ir con el a ningún lado. Para nosotros, el término jaque, en su función ajedrecística, es harto conocido. Pero no así su significado en el lenguaje de la germanía, donde jaque se llamaba al rufián a cuyo cargo está una prostituta. Lo que entra en escena es, pues, un chulo o proxeneta. Así, el jaque es un personaje cuya presencia define las jácaras. Ambos términos están relacionados etimológicamente: la jácara es un género que se ocupa de las peripecias varias de personajes del hampa: delincuentes, pícaros, chulos, guapos... "jaques que -dice Corominas- con su aire de reto y facilidad en sacar la espada, parecían estar siempre en actitud de agredir y acosar a todo el que se pusiera delante"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es usted un investigador increíble, Mr. Escourido.