26 de enero de 2012

La vida al aire libre

Felipe Núñez abre su libro (Para escapar de la voz media) con una obra de Magritte titulada  “La reproducción prohibida”. A Felipe le preocupa la relación entre la escritura y su afuera, el mundo.
Más específicamente, algo que a TIQQUN y los situacionistas les preocupaba también mucho: la
relación entre la intensidad vital y su deriva en texto. El enemigo de Felipe era la hermenéutica; el
enemigo de Tiqqun la deconstrucción. De ambas lecturas yo he extraído lo que un lector de Gracián
podría haber extraído en el s. XVII, una especie de posición vital, un estilo con el que jugar la partida
de la vida. Pero aquí quiero hablar de otro cuadro de Magritte, de La vida al aire libre:





      Me viene a la cabeza al ver este cuadro cómo podemos leer socialmente –en el marco epistemológico de Castells y otros sobre el mundo post-nacional- las palabras de Deleuze y Guattari acerca de la oposición entre ajedrez y go; cómo podemos entender lo social en su aspecto meramente topológico como un espacio de juego. Decían Deleuze y Guattari:

El ajedrez es un juego de Estado, o de corte. Las piezas de ajedrez están codificadas, tienen una naturaleza interna o propiedades intrínsecas, de las que derivan sus movimientos, sus posiciones, sus enfrentamientos. Los peones del go por el contrario son bolas, fichas simples, unidades aritméticas, cuya única función es anónima, colectiva o de tercera persona: “EL” avanza, puede ser un hombre, una mujer, una pulga, un elefante.

Y también:

 En su medio de interioridad, las piezas de ajedrez mantienen relaciones biunívocas entre sí, y con las del adversario: sus funciones son estructurales. Un peón del go, por el contrario, sólo tiene un medio de exterioridad, o relaciones extrínsecas con nebulosas, constelaciones, según las cuales se desempeña funciones de inserción o de situación, como bordear, rodear romper. Un sólo peón del go puede aniquilar sincrónicamente toda una constelación, mientras que una pieza de ajedrez no puede hacerlo (o sólo puede hacerlo diacrónicamente)
 
    Pensemos ahora en otro texto de Deleuze: el post-scriptum sobre las sociedades de control y las sociedades de disciplina. La tesis central de ese artículo es que “los centros de encierro” disciplinarios descritos por Foucault (“cárcel, hospital, fábrica, escuela, familia, clínica…) atraviesan una crisis generalizada. Para Deleuze, en 1994 vivíamos la decadencia de la “sociedad disciplinaria”, que fue “la sucesora de las sociedades de soberanía”, cuyos fines y funciones eran completamente distintos a los actuales. La sociedad actual es denominada “sociedad de control” y éste se ejerce fluidamente en espacios abiertos, en forma desterritorializada, mediante los psico-fármacos, el consumo televisivo, el marketing, el endeudamiento privado y el consumo entre otras modalidades. La escuela, la fábrica, la milicia son instituciones que pertenecen a la sociedad disciplinar. La contraseña, el mercado, internet, son instituciones en las que se cifra un control fluido. Galloway tiene un libro maravilloso sobre los centros de control y cómo este se ejerce de una manera fluida una vez éstos se han descentralizado (Protocol: How control exists after decentralization, 2006).

         El caso es que en este cuadro de Magritte vemos a un personaje que intenta representar una pieza de ajedrez en un tablero de go valiéndose de piezas propias del go. Intenta adecuar un elemento propio de la sociedad disciplinaria en un espacio propio de la sociedad de control. En efecto, en el ajedrez, como en las sociedades disciplinarias, todo está visiblemente jerarquizado y dividido. Sólo el fin de la partida iguala la jerarquía que ordena al caballo, la torre, el rey, el peón, la reina, etcétera. Pero, ¿qué sucede en el go? Sucede que todos son peones. El valor de una pieza depende únicamente de su situación en el tablero. Por supuesto en el ajedrez la posición también es importante para determinar el valor de las piezas que la componen, pero a priori existen diferencias de valor entre ellas. Están codificas, tienen naturalezas internas distintas.

      Para leer lo social en este cuadro parece que tenemos que pensar en lo que Amador Fernández Savater ha llamado la ética del cualquiera en un texto memorable, el Arte de esfumarse. Ahí él leía en el 15m el fin de la cultura consensual de la Transición, del monopolio que la CT poseía sobre los temas de debate posibles y el fin de un régimen de discurso nacional en el que comparecían únicamente las voces autorizadas previamente por el juego de polaridades izquierda-derecha, catolicismo-laicismo, república-monarquía, PP-PSOE y la discusión entre diversos nacionalismos. Además de controlar aquellos que tomaban la palabra, la cultura de la transición ejerció un poder férreo sobre los temas de debate. Lo que sus centros jerárquicos de sentido no ponían en juego (la neoliberalización y sus consecuencias sociales: deshaucios, precariedad, etcétera; la representatividad de la democracia; la pinza PPSOE; la pérdida de soberanía nacional; etcétera) fue lo que la ética del cualquiera del 15m puso sobre la mesa.

Además, ¿qué está en juego en la ley SINDE, la ley SOPA y los diferentes proyectos de ley similares en México y Colombia? ¿No es un cambio de protagonismo del sujeto autorizado para crear y con acceso personal a los medios de difusión quelo legitiman como creador a un escenario donde cualquier pieza, como en el go, puede tener un valor extraordinario, sin desventajas a priori? Es así cómo podemos leer este cuadro de Magritte: como el cerebro antiguo, el mundo propio de la sociedad de control, de la cultura consensual de la transición y de los proyectos de ley restricitvos de la libertad de internet intentando, sin demasiado éxito, ordenar las piezas del nuevo juego, el go, en el nuevo tablero, el del go, de manera que parezcan un antiguo caballero del ajedrez. Se puede incluso decir que es una imagen que describe lo que siente el nuevo sujeto que se ha dado a conocer a partir del 15m.