22 de marzo de 2011

Jorobología


     Cuando se habla del ajedrez como correlato metafórico de una argumentación suele citarse a Saussure y a Wittgenstein, privilegiadas figuras del amplio magma de instrumentalizaciones textuales del juego en el s. XX. En efecto,  ambos se han apoyado en el ajedrez usándolo como instrumento clarificador de alguna de sus tesis: el primero, comparando el valor relativo de las piezas con el valor de los términos lingüísticos; el segundo,  destacando la necesidad de conocer las reglas del todo para entender la función de cada uno de los elementos.  El aspecto teórico de ambas instrumentalizaciones nos haría construir una interesantísima  continuidad en la que conviven Aristóteles, Barthes y Blumenberg entre muchos otros, y donde ocupa un lugar especial Ricoeur, que es quien desarrolla la cuestión de la metáfora como herramienta heurística central de la hermenéutica.

   Pero en esta entrada quiero sólo recordar una instrumentalización similar y menos conocida que las de Saussure y Ludwig (mañana intentaré hacer lo propio con N. Frye, cuya relación con la metaforización del ajedrez es demasiado rica y variada para una sola entrada de blog)Se encuentra en la apertura de las Tesis sobre la Historia de Benjamin. Walter realiza ahí una asociación -posteriormente muy debatida- entre marxismo y teología. Para llevarla a cabo recurre a la historia del turco de Kempelen, una de las más famosas máquinas autómatas del s. XVIII, centuria altamente aficionada a esta clase de aparatos. Dice Benjamin:

Existe una leyenda sobre un artefacto diseñado para jugar al ajedrez que respondía perfectamente a cada movimiento de un oponente. Se trataba de una marioneta en atuendo turco y con un narguile en la boca, sentada a una mesa frente al tablero de ajedrez. Un sistema de espejos producía la ilusión de que la mesa era transparente por todos los lados. En realidad, un pequeño jorobado (maestro del ajedrez) estaba sentado bajo la mesa y dirigía la mano de la marioneta por medio de unos hilos. Podemos imaginar el equivalente filosófico de este dispositivo. La marioneta, llamada “materialismo histórico”, debe ganar todo el tiempo. Esta puede ser una partida fácil para aquél que se aliste en los servicios de la teología que hoy, como sabemos, es fea y debe mantenerse apartada de la vista. 

    La Encyclopédie definía el autómata como «un engin qui se meut de lui même, ou machine qui porte en elle le principe de son mouvement». Para Benjamin, a tenor del pasaje con que abre sus reflexiones, si el jorobado que guía las piezas es ducho en teología el materialismo histórico es el jugador ganador en la partida de la narración de la historia.  El detalle del jorobado es puramente benjaminiano. En la época, algunos creían que el autómata era controlado remotamente; otros, que un humano con su cabeza a la altura del estómago del Turco desplazaba las piezas sobre el tablero. Es por ello que Benjamin, imaginando la difícil posición de ese pobre hombre, cree que las largas partidas que hicieron creer a espectadores de Europa y América en las maravillas objetuales del progreso habrían dejado una joroba como marca de penitencia. Una muestra más de su sensibilidad literaria y su capacidad imaginativa para narrar la historia 




17 de marzo de 2011

Cessolis castellano


                Se suele pensar que la primera traducción al castellano del famoso tratado de Cessolis, el Liber de moribus hominum et de officiis nobilium, sive super ludum scacchorum, es la que realiza Martin Reyna y publica Francisco Fernández de Córdoba en su imprenta de Valladolid en 1549. Son numerosos los investigadores que lo afirman. Como muestra de ellos nos pueden valer Francisco López Estrada, para quien la traducción impresa sería un fruto tardío más de nuestro Renacimiento o Marie Lemarchand, editora del Liber en Siruela, quien también supone que en España la difusión del tratado de Cessolis se produjo a través de dos versiones catalanas y la edición impresa de Valladolid.

            Sin embargo estos días, mirando cosas en la Hispanic Society de Nueva York, me he encontrado con un manuscrito en el que aparece una traducción del Liber anterior a 1549 y, por ende, probablemente de mediados del s. XV. Faulhaber, quien primero reseñó la obra en su catálogo de manuscritos medievales de la HSA (acrónimo para Hispanic Society of America), la data a finales del s. XV. Pero Accorci hace un par de años publicó un artículo en la Revista de Literatura Medieval datando el manuscrito completo (la traducción que interesa está en un volumen misceláneo) a mediados del XV.

                Intrigado por este descubrimiento comencé a buscar en mi base de datos si tenía algo sobre ese manuscrito que, ahora, parece ser la primera traducción al castellano del tratado de Cessolis. Viajando por los bits que lo pueblan, mi ordenador se topó con la tesis en la que Alexandre Bataller le dedicaba unas páginas. No demasiadas por cierto,  dado que el tema de su investigación son las traducciones al catalán del tratado. No obstante, cabe reconocerle haber sido el primero que abre camino en la investigación de la primera traducción al castellano de uno de los libros que gozó de mayor éxito y difusión en la Europa medieval. Se accede a la tesis de Bataller desde aquí:


Ilustración de la traducción del Liber realizada por Caxton y publicada en 1474. Se trata de uno de los más antiguos incunables ingleses.

13 de marzo de 2011

Eros y egos (Madrid)


    Hay que ir. El viernes 25 de marzo se presenta en la galería La Zúa (C/ Luisa Fernanda, 19), el nuevo y extraordinario trabajo de Eduardo Scala, Repetición de Ajedreces y Arte de Amor. Estará expuesto hasta el 7 de abril. Se trata de la obra que mejor refleja la poética paradójica del ajedrez: el tablero como conflación de eros y egos. Junto con el profesor Fernando R. de la Flor, he realizado un prólogo a este maravilloso conjunto edificado sobre la circularidad del 8: en los 64 abriles del poeta aparecen 32 ejemplares de una obra compuesta por 16 láminas xerografiadas. 16 soportes de meditación que registran el trazado tembloroso de su mano y la tipografía Futura de Paul Renner. Poesía visual-verbal ―VisualabreV, como dice el poeta― que estará expuesta hasta el 7 de abril.

    La imagen del ajedrez como escenario de una lucha de egos convive, desde los orígenes de su literatura, con sus opuestos aparentes: la realización de la unión amorosa en el damero y el proceso de seducción durante la partida. Se trata de dos cosmos, el egótico y el erótico, que al cohabitar el espacio simbólico que genera la potencia metafórica del rey de los juegos, están postulándolo como contexto de resolución de contrarios, como verdadero espacio de realización de la Aufhebung. Así, en el trance de la partida se dirimen cuestiones de orgullo y de seducción, de pugna y alianza, sin menoscabo de la una por la otra. Entre los jugadores, la violencia codificada sobre el tablero actúa paradójicamente: como fuerza de destrucción del contrario y, a la vez, como fuerza de seducción, de atracción amorosa.         
   Esa tensión simbólica es la que recupera E. Scala para esta obra, cuyo título ―Repetición de Ajedreces y Arte de amor― es peculiar retruécano del incunable de Lucena, Repetición de Amores y Arte de Axedrez (Salamanca, c. 1497). La caja-libro de Scala se compone de tres partes: Repetición de Ajedreces/Ju-egos; Arte de Amor /Dam-eros; y Salamancajedrez. Ju-EGOS consta de seis imágenes especulares en las que se establece una guerra de pro-nombres. Dam-EROS lo conforman tres estampas cuya protagonista es la palabra anagramática dama (DAMA-AMAD). Salamancaajedrez cierra el círculo en perfecta simetría, pues son 88 los arcos de medio punto que componen la Plaza Mayor de la ciudad donde sale a la luz el incunable de Lucena. Poesía visual-verbal, una edición muy cuidada, y una galería con un gusto exquisito. Hay que ir.